En el sur de la provincia de Cuenca, casi pegando con Albacete y la zona donde el mítico caballero Don Quijote se peleó con aquellos famosos molinos que creía eran gigantes a los que debía hacer frente, se encuentra el Castillo de Belmonte, imponente fortaleza cuyas murallas abrazan el pueblo que le da nombre, y que se alza majestuoso sobre el Cerro de San Cristobal, a las afueras de la villa. Para mi gusto uno de los mejores castillos de España.
El castillo de Belmonte fue construido por don Juan Pacheco, primer Marqués de Villena, durante la segunda mitad del siglo XV, en una época marcada por grandes luchas internas en el reino de Castilla, y fue pensado para que sirviera tanto de elemento defensivo como de residencia de lujo. Las obras de la fortaleza se detuvieron 15 años después de su comienzo y no prosiguieron hasta la muerte del marques en 1474, momento en que su hijo, Diego López Pacheco, decidió completar parte de la construcción, omitiendo algunos detalles como las almenas.
Construido como en muchas ocasiones sobre una antigua fortaleza medieval, tiene una forma curiosa pues el exterior es pentagonal pero su patio de armas es triangular, con una torre del homenaje y seis torres circulares que refuerzan su cuerpo. En su interior se encuentran varias habitaciones, galerías, capilla, y hasta unas letrinas, que nos muestran como debió ser la vida de sus moradores tras el paso de los siglos, aunque la mayoría provienen de las reformas realizadas en el siglo XIX.
Durante los siglos XVII y XVIII quedó en deshuso y su estado de abandono casi lo hizo desaparecer hasta que a mediados del siglo XIX, y por orden de Eugenia de Guzmán, heredera de la casa de Villena y más conocida como la Emperatriz Eugenia de Montijo, comenzó a llevarse a cabo una restauración completa que devolvió al castillo su estado original, al menos en su parte exterior, cuya fachada y murallas siguen siendo idénticas a las que se construyeron hace más de medio milenio, pero no así en el interior, que se hace más acorde a las tendencias de la época, cerrándose las galerías que dan al patio con ladrillo como material principal.
Aunque con la caída del imperio francés la restauración del castillo se paraliza siendo ocupado por dominicos franceses que lo convierten en monasterio durante unos años hasta que de nuevo la familia de la emperatriz se hace con el, se vuelve a habitar y se continua la labor de restauración iniciada por ella.
Como no podía ser menos, en otra época posterior fue utilizado como cárcel del Partido Judicial de Belmonte, así como de academia Onésimo Redondo para mandos del Frente de Juventudes, hasta que nuevamente fuera abandonado durante décadas y no fue hasta fechas muy recientes que se haya vuelto a restaurar devolviéndole la vida que tuviera antaño, abriéndose al público el verano de 2010 convertido en museo y lugar de celebración de eventos de diversos tipos.
Ha servido de escenario para películas como El Cid, Juana la Loca o El Caballero Don Quijote, se han organizado diversas recreaciones históricas y a primeros del próximo mes de mayo se convertirá en campo de batalla con la celebración del Campeonato Mundial de Combate Medieval, que tuve la suerte de conocer hace poco y del que ya hablé.
La primera vez que pude visitar el Castillo de Belmonte no pude hacer muy buenas fotos pues era al medio día de una calurosísima jornada de agosto a 41 o 42 grados a la sombra. Durante la mayor parte del día la luz es muy dura y en su patio las sombras impiden tomar buenas fotografías, pero al atardecer creo que es cuando más provecho se le puede sacar pues se pueden hacer buenos contraluces, tomar fotos del interior sin sombras, y aprovechar los tonos anaranjados que tiñen las murallas y fachadas que dan al oeste. Bonito, ¿verdad?
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