Las catedrales suelen ser visitas obligadas en cada ciudad. Las hay más bonitas, otras no tanto, pero siempre merece la pena pasar un rato dentro de ellas, especialmente en las que te dejan sacar fotografías, que son pocas. Difícil sería elegir la más bonita, hay grandes catedrales en nuestro país y algunas de ellas no son demasiado conocidas, o al menos para mi no lo son. Un ejemplo de las menos conocidas para mi era la Catedral de Palma de Mallorca, esa ciudad que pude conocer y disfrutar hace un mes en el Blogtrip #PalmaTip, y que tan buenos recuerdos me ha dejado.
Lo primero que llama la atención de la Catedral, conocida en mallorquín como La Seu, es su gran tamaño: 121 metros de largo y 55 de ancho. La mires desde donde la mires te parecerá grandiosa, sobretodo en altura, siendo una de las más altas del gótico europeo. Además, según dicen, tiene el rosetón de mayor tamaño entre las catedrales góticas europeas, llamado «el ojo del gótico», que mide unos 150 metros cuadrados.
Una vez te introduces en su interior, primero atraviesas algunas salas con varios objetos religiosos, pero en cuanto cruzas la puerta que da acceso a la nave central y ves sus altísimas columnas octogonales elevándose hasta llegar donde reposan los nervios de la bóveda de crucería, sus estilizadas vidrieras por las que se cuela gran cantidad de luz, y su gran rosetón, seguramente te pase como a mi, que quedé boquiabierto durante un rato observándolo todo durante unos instantes hasta que por fin me decidí a coger la cámara y comenzar a hacer fotos.
En noviembre, y durante los primeros días de febrero, en días luminosos, y a primera hora de la mañana, la luz del Sol se cuela por el gran rosetón atravesando toda la catedral en todo su largo, para reflejarse en la pared opuesta, justo debajo del otro rosetón, creando un espectacular efecto de colores que espero poder ver algún día.
Durante la travesía hasta la isla para su conquista por Jaume I, un fuerte temporal puso en jaque a la flota aragonesa, quien prometió a Santa María construir una gran catedral en su honor si los libraba de la muerte y los conducía hasta Mallorca para poder conquistarla. Puesto que se salvaron, y tras la batalla, el rey conocido como «El Conqueridor» o conquistador en español cumplió su promesa derruyendo la antigua mezquita de Medina Mayurca, y edificando en su lugar La Seu, junto al Mar Mediterráneo. Las obras se prolongaron durante los siglos XIII y XIV, aunque su acabado definitivo no llegó hasta el año 1601.
Ya en el siglo XX, Gaudí realizó una serie de cambios en la Catedral, como la eliminación del coro central, que fue dividido y trasladado a los laterales, la colocación de varios elementos modernistas por todo el edificio, la creación de un púlpito nuevo, y un baldaquino similar al que diseñó para la Sagrada Familia.
Y recientemente, entre los años 2001 al 2006, Miquel Barceló realizó una pared cerámica policromada de unos 300 metros cuadrados en la Capilla del Santísimo de la Catedral, situada en el ábside lateral derecho de la cabecera, recreando escenas bíblicas como la multiplicación de los panes y los peces o las bodas de Caná. Y también se han añadido varios elementos decorativos como el árbol de los santos de Mallorca.
Espero que la próxima vez que vaya a Palma, pues pienso volver, haga un día más soleado y pueda disfrutar más del espectáculo de luz y color que se crea con la luz del mediterráneo entrando por las vidrieras de esta catedral tan bonita.
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3 Comments
Arantxa
Hola! Qué bonita, me encanta la catedral! Desconocía por completo que Gaudí había metido mano ahí jejeje, lo que no me ha gustado mucho es lo de Miquel Barceló… Pero para gustos, los colores! Un abrazo 🙂
Victor Ferrando
Hola! A que es una pasada? Yo tampoco sabía lo de Gaudí, tan solo conocía de esta catedral lo que salió en las noticias cuando inauguraron lo de Barceló, que tampoco me entusiasma la verdad… pero merece mucho la pena visitarla! Un abrazo 🙂
Marita
¡Ay, qué fotazas!