Otro lugar interesante no muy lejos de Cuenca es el pueblo de Beteta.
Desde allí, además de visitar el pueblo, se pueden hacer varias rutas de sendermismo no muy complicadas pero muy bonitas recorriendo la Hoz de Beteta.
También se puede ir al Balneario de Solán de Cabras y no está demasiado lejos del Nacimiento del Río Cuervo.
Senderismo en Beteta y su hoz
Lo primero que hicimos tras un buen desayuno en un bar de la Plaza Mayor de Beteta es subir al Castillo de Rochafria. Aunque ya sabiamos que no eran más que ruinas, lo cierto es que esperaba algo más, aunque al estar en lo alto de una montaña tenía unas vistas espectaculares del valle, con el pueblo abajo, y con algunas choperas ya cogiendo los tonos amarillentos de principios del otoño.
Bordeando el castillo llegamos a una gran cruz que domina la cima y que se ve desde practicamente cualquier punto tando del pueblo como de los valles por los que transcurren el río Guadiela y el río Masegar.
No había mucho más que ver allí arriba. El pueblo es bonito pero no teníamos todo el día por lo que decidimos ir directamente a hacer la ruta que nos habíamos propuesto por la Hoz de Beteta. La ruta no es complicada, aunque tiene algunos tramos de subida un poco más fuerte que, si no estás algo en forma, te pueden hacer parar a tomar un poco de aire durante un par de minutos, nada serio.
Comienza bordeando una pequeña presa que retiene el agua del río Guadiela. Bajamos por unas escaleras y enseguida vemos esas paredes de piedra que se elevan unas cuantas decenas de metros por encima de nuestras cabezas, y que son tan características de la zona, recordando a la Hoz del Jucar o la del Huecar en la mismísima Cuenca.
El camino atraviesa algunas zonas de gran belleza, entre pinos, tilos y otras especies, atravesando incluso un tunel natural de color verde intenso formado por la propia vegetación que crece junto a el. Las primeras hojas secas del otoño le dan un toque aun más idílico. El musgo en las piedras y los troncos de algunos árboles me recuerda a otras zonas de España más húmedas, pero no, estamos en plena Serranía Conquense.
A continuación atravesamos un pequeño puente de madera y vemos un poco más arriba una canalización de agua que discurrirá paralela al camino durante buena parte de la ruta, perdíendose en ocasiones en pequeños túneles escavados en la roca y apareciendo nuevamente más tarde.
Tras pasar la Cueva de la Ramera, que al parecer es bastante profunda y a la que se accede con una visita guiada previa cita, la hoz se va abriendo dando paso a un bonito valle de color verde salpicado de pequeñas zonas amarillentas. Algunos buitres sobrevuelan la zona y se introducen en los agujeros de una pared de piedra al otro lado de la hoz, donde han instalado sus nidos.
El camino se estrecha y comienza a subir hasta llegar a la Cueva del Armentero. Hay una media hora de subida pero las vistas y la vegetación que lo rodea merecen la pena.
La cueva está cerrada con una pared de piedra y tiene una puerta que puedes abrir y acceder. Entré a curiosear y hacer unas cuantas fotos pero tampoco es gran cosa.
El último tramo del camino transcurre por un hueco escavado en la pared que para personas con vértigo como yo se convierte en una tortura, aunque es amplio y para nada peligroso. Una vez arriba del todo tenemos algunas de las mejores vistas de la zona y una pradera con algunos sitios donde sentarse y comer, o relajarte en la más absoluta tranquilidad.
Se vuelve por el mismo camino, aunque lógicamente la bajada es mucho más cómoda que la subida. A mitad de camino, lo que había sido un día de sol y calor se transformó en tormenta y chaparrón, lo que refrescó el ambiente y salpicó todas las hojas de pequeñas gotitas de agua que me llamaban a cada momento para que parara a fotografiarlas.
Finalmente llegamos al punto de partida y dimos por concluida la excursión. En total estuvimos unas tres horas, parándo a hacer fotos constántemente y contando el tiempo que dedicamos arriba a comer y contemplar las vistas.
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